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  • Foto del escritorMi Cuerpo/Min Krop

No soy tan gorda, creo.

Actualizado: 1 mar 2022

Hablar del cuerpo no es algo fácil y hablar o pensar en el mío, mucho menos.

El cuerpo es un tema controversial, en los medios de comunicación y en la familia, muchas personas, como yo, a lo largo de nuestra vida, nos hemos sentido bombardeadas de información, comentarios e imágenes que nos hacen sentir que nuestro cuerpo no está bien y mirarnos al espejo o ponernos ropa

o desnudarnos frente a nuestras primeras parejas sexuales, eso puede ser un tormento.



Creo que no importa qué tipo de cuerpo tengas, o qué es lo que te disgusta de él, la mayoría de las personas nos hemos sentido así en algún momento de nuestras vidas y lo sé, porque afortunadamente es un tema del que se habla más abiertamente ahora. He charlado con personas que yo consideraba “perfectas”, que yo imaginaba que no tenían dilemas al mirarse al espejo y me han confesado que en algún momento sintieron que su cuerpo no estaba bien, la mayoría de ellas están también en un proceso de reconciliarse con su cuerpo.


Hace tiempo quería escribir algo respecto al cuerpo, con la necesidad de que más personas reflexionaran, no sobre su cuerpo, sino sobre su relación con su propio cuerpo, ese que habitamos todos los días, ese al que alimentamos, vestimos y aseamos todos los días, el que nos acompaña en nuestros mejores o peores momentos. Y quiero comenzar confesando que después de muchos meses de meditar,

creo que no me quiero lo suficiente todavía.


Con mis amigas comenzamos a leer algunos libros y compartimos después qué nos pareció, las pláticas son muy divertidas pero lo genial es que hablamos de cosas muy personales, que tal vez no nos hubiéramos atrevido a hablar de otra manera.


Entre ellos está “Amiga date cuenta” de Plaqueta y Andonella, “Tirar y vivir sin culpa” de María del Mar Ramón y el último que terminé hace poco y que en conjunto con los otros dos me dio mucha inspiración para escribir este blog es “A todas nos pasa” de FatPandora. Y justo el título me hizo pensar mucho…


A todas nos pasa, a todas las personas, no importa si eres hombre, mujer, trans, no binarie, o si no encajas en ninguno de los anteriores, siempre habrá algo que no nos tenga muy satisfechas de nuestro cuerpo porque la sociedad nos presiona con tantos estereotipos que parece que no lograremos encajar nunca en ellos. Y está bien. Está bien no encajar en esos estereotipos. Pero hay que tener cuidado, porque una cosa es no encajar en eso que nos “venden” y sentirse bien con eso, pero es muy diferente saber que no encajamos ahí pero caemos en su juego de consumir todo eso que el mercado ofrece, deseando ser esas personas o tener esos cuerpos, entonces estaremos cayendo igual en su trampa.

En la niñez fui muy delgada, pero en la adolescencia se comenzó a notar que mi cuerpo sería ancho, desde mis brazos, espalda, manos y piernas, estoy segura que si nunca, nadie me hubiera hecho alguna broma, burla o comentario negativo sobre mi cuerpo, hoy no habría nada que me disguste de él, pero lamentablemente no fue ni tanto las revistas, la televisión, las actrices o modelos quienes me hicieron sentir que mi cuerpo no estaba bien, fueron comentarios sobre todo de familiares, porque

ni siquiera sentí alguna vez que compañeros o compañeras del colegio se burlaran.


Y me parece triste darme cuenta de esto, pues se supone que la familia es ese lugar donde te llenan de amor, es un lugar seguro. Tampoco puedo decir que mi relación con mi familia era horrible o que sólo me decían cosas malas, en realidad

eran comentarios tan insignificantes, chistes tan inocentes, observaciones respecto a mi forma de vestir,

incluso, los que me hicieron tener inseguridades sobre algunas partes de mi cuerpo, que hasta el día de hoy, siendo una persona adulta, me es difícil reconciliar.

Siempre he llevado mi cabello como más me ha gustado y lo he disfrutado, siempre me ha gustado mi rostro, mi estilo al vestir ha pasado por tantas fasetas que he gozado,pero hay cosas de mi cuerpo que no me gustan, como mi vientre y hay otras que no me gustaban pero que las he comenzado a amar como son, como mis piernas y mi espalda y me han hecho comprender que

no sólo se trata de cuánto comes, qué comes, si haces ejercicio o no, se trata de tu genética, de cómo son las personas de tu familia y que incluso el cómo es tu cuerpo puede depender de alguna condición médica.

Comencé a cuestionarme la relación con mi cuerpo cuando otras amistades me compartieron sus inseguridades, cuando encontré una pareja que no criticaba mi cuerpo ni me hacía sentir insegura, rodearme de personas que no hablan todo el tiempo de lo que no está bien con su cuerpo y que no hacen comentarios incómodos sobre el mío o sobre el de las personas a su alrededor, me ha servido bastante. Y no podría dar una receta o una lista de tips para que tú que lees esto, aprendas a quererte o para que dejes de juzgarte tanto, pero puedo contarte dos cosas que llegaron a mi vida y que indirectamente han ido cambiando mi relación con mi cuerpo.

La primera fue hace seis años, decidí dejar de comer carne, con esto me refiero a carne de res, pollo, cerdo, consumo muchísimo menos productos derivados de la leche y pescado o mariscos. Este cambio en mi dieta no fue porque algún médico dijera que tenía que hacerlo o porque no me gustaran su sabor, principalmente mi razón fue la empatía hacia otros seres vivos.


A partir de ese momento tuve que poner más cuidado en qué era lo que comía, pues de alguna manera tenía que compensar la proteína que por muchos años me otorgaron los alimentos que provenían de animales. Así que tuve que investigar y planear más mi menú, definitivamente comencé a comer mucho más saludable de lo que antes comía, pero tampoco puedo decir que no como comida chatarra, o que no como cosas grasosas, porque me encantan.


Pero me di cuenta que mi peso y la forma de mi cuerpo no dependía del todo de mi forma de comer, pues creo que la mayoría de las personas alguna vez hemos estado a dieta o hemos dejado de comer las mismas cantidades con el deseo de bajar de peso y eso, si no lo hacemos de la mano de un nutricionista, puede causar daños a nuestra salud.


Entonces comencé a querer más mi cuerpo, a pesar de que durante estos seis años he recibido muchísimas veces comentarios tipo “¿Eres vegetariana? No se nota, estás pasadita de peso”, “¿Eres vegetariana?, pero comes mucho”. Estoy consciente de que debo comer saludable, por salud, para sentirme bien, para darle lo que mi cuerpo necesita y no por la necesidad de verme más delgada.

La segunda fue el yoga. Yo nunca he practicado un deporte pero tampoco soy sedentaria, cuando tenía 11 años, entré al equipo de basquetball del colegio, no duré mucho, pues un gran golpe en la nariz con ese balón tan duro me hizo tener un poco de pavor que hasta hoy no supero del todo, pero me gustaba pasear por el barrio en bicicleta, aunque cuando crecí y mis ocupaciones fueron quitándome más el tiempo no hacía nada de deporte.

Algunas personas decían que por eso estaba pasada de peso y que debía entrar al gimnasio.

Lo intenté un par de meses y fracasé. Creo que sobre todo era porque era estúpidamente agotador para mí y porque no veía que bajara de peso rápido así que dejé de ir, pero la verdad es que odiaba pasar horas en un aparato y que me doliera todo.

Un día comencé a hacer yoga por YouTube y me gustó, terminaba muy cansada pero también con mucha energía y calma, una sensación difícil de explicar si nunca la has experimentado. Me dieron ganas de más, sobre todo porque en Internet veía posiciones muy complicadas y soñaba con lograrlas -no es por presumir pero ya he logrado un par y me siento muy orgullosa de mí- .


Fue entonces que una amiga comenzó a dar clases por videollamada y me pareció una gran oportunidad porque aprendería más desde la comodidad de mi casa… Fue muy difícil al principio, nada comparado con lo de YouTube, pero conforme pasaban los días me daba cuenta de que era más consciente de mi cuerpo, que era capaz de hacer posturas que jamás había imaginado y que en la cotidianidad mis movimientos eran más fluidos y conscientes.


Entonces reflexioné en que no importa si mis piernas son grandes, mi cuerpo es pesado o mi barriga está más infladita de lo que debería, con práctica mi cuerpo es capaz, por ejemplo, de pararse de manos, algo que ni siquiera había intentado porque me asumía pasada de peso y que no lo lograría.

Lo que espero que te quede de todo esto que te cuento, es que sepas que probablemente nunca estaremos 100% conformes con nuestro cuerpo, que ojalá que sí, pero tal vez te pase como a mí, que me reconcilié con mis piernas grandes pero ahora miro que tengo arrugas en los ojos y pienso ¡oh no! y creo que si eso implica comenzar a cuidarnos, como yo que ahora hidrato el contorno de mis ojos, está bien.

Pero no está bien juzgarnos tanto, odiar nuestro cuerpo, compararnos con otras personas que seguramente tendrán dilemas sobre su cuerpo parecidos a los nuestros.

Te invito a que reflexiones sobre eso que no te encanta de tu cuerpo y pienses ¿Por qué no te gusta? Cuando lo hayas respondido piensa ¿Puedo cambiarlo? Si la respuesta es no, tal vez debas comenzar a aceptarlo. No es fácil y no se logra en un día, pero seguramente te sirva saber ¿En qué momento o por qué razón comenzó a disgustarte? Y si la respuesta a la segunda pregunta, es que sí puedes cambiarlo entonces tal vez es buena idea preguntarte ¿Cómo lograrlo? Pero siempre y cuando sea algo saludable, algo que no dañe más tu cuerpo y mejor si lo haces de la mano de un especialista.


-Esperanza.

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